Muchas gracias, gracias a todos los que habéis intentando
convencerme, gracias por vuestras palabras de apoyo, por vuestro empeño casi
desesperado en “hacerme bajar de la burra”. Pero no os voy a dar la razón. El
silencio no es bueno. Como la soledad. Ambos son buenos cuando se consumen en
cantidades racionadas y distribuidas a
voluntad por el usuario. No es buena la soledad forzada. No es bueno el
silencio no elegido. Ambos son la cara de la misma moneda.
A la mayoría de los
mortales nos gusta jugar a estar solos, a alejarnos del mundanal ruido, a estar
callado disfrutando del maravillosos silencio interior. Somos un animal curioso
al que le gusta hacerse el difícil con las principales habilidades evolutivas
de la especie: La sociabilidad y el lenguaje. Nuestro cerebro se teje sobre el
entramado de esas dos condiciones. Cualquier comportamiento fuera de ellas es
aberrante. Está muy bien hacerse el interesante y el “snob” escapando del
bullicio y de la compañía de nuestros semejantes. Si lo haces durante una
temporada, o de forma puntual, es sano, reconfortante y ayuda al
autoconocimiento. Si el odio a la conversación y la presencia de otros
semejantes se convierte en algo sistemático, solo te queda una salida: Haz algo
con eso, escribe un libro, haz una película, propón alguna teoría
revolucionaria… en definitiva: haz algo genial con tu aberración, si no habrás
desperdiciado tu vida y despreciado la de los que te rodean. Habrás sido inútil
a tu especie.
Pocos han hecho algo productivo con eso, la mayoría han
desaparecido como lágrimas en la lluvia. Me atrevería a afirmar que la soledad
y el silencio como condición de vida es el vicio caro de los genios. El resto
de mortales no nos lo podemos permitir. Y esta es la gran diferencia entre
morir y no haberte perdido la fiesta, ver la fiesta y llorar como un estúpido
en la puerta, o ser un ser tan único que te la sople la fiesta, los que
participan, sus trajes y toda esa basura. No conozco a nadie de mi entorno que
cumpla la última condición plenamente (por suerte tengo bastantes amigos “genios de
andar por casa”), y ante las dos anteriores se claramente en la que me
posiciono.
El silencio tiene una cualidad muy curiosa, desde mi punto
de vista lo opuesto al silencio no es el ruido, el ruido es incómodo y
disruptivo, es molesto y desconcertante… Lo opuesto al silencio es el no-silencio .Y para los que piensen que
he dicho una reverenda estupidez… es posible, como os comentaba antes formo
parte del bullicioso, inconsciente, y alegre grupo de los que no se quieren
perder la fiesta… pero insisto: lo
opuesto al silencio es todo lo demás que no es ruido, frases escritas, música,
palabras que llenan los vacíos de la gente, de las habitaciones, de las calles…
y si hasta aquí sabes de lo que estoy hablando es probable que estemos en el
mismo lado. Así asumo que el no-silencio es
un opuesto positivo, el no-silencio
es bueno.
Muy probablemente no quieras silencio si te diagnostican una
enfermedad terminal, te comunican la muerte de alguien importante para ti o ves
como tu flamante Mercedes arde en el aparcamiento. Muy probablemente tu mente
de primate social quiera llenarse de palmadas en la espalda, pésames, y
mensajes de ánimo, o en el más extremos de los casos frases de canciones o
fragmentos de libros, te aferrarás desesperadamente a tu no-ruido.
En general creo que, como dicen los bulliciosos,
inconscientes y alegres de calle 13 “Tú hablas poco porque sabes poco”.
Generalmente no me fío de la gente que no habla, que permanece taciturna y no
manifiesta ninguna opinión, me parece que alimentan el típico titular de
asesinato múltiple con suicidio incluido “hablaba poco y siempre saludaba en el
ascensor” “parecía una buena persona, no hablaba mucho”. En general al que
habla mucho se le trata de charlatán, chafardero y de poco fiar… cuando la
lógica marca que a alguien que habla mucho es más fácil pillarlo con la guardia
baja. Guárdate de un mentiroso que no hable, decía mi abuelo, que después de
cuidar cabras en el monte desde los 7 años, sabe bastante de silencio. El
silencio tiene un prestigio social no merecido.
El silencio es cómplice de los crímenes más atroces. En
silencio exterminaron a 9 millones de judíos, casi dos millones de Ruandeses,
miles de republicanos, millones de rusos. En silencio torturaron, arrojaron al
mar desde aviones o hicieron desaparecer a miles de personas en Argentina, Paraguay,
Chile o Bolivia Cuando el ruido de las bombas inunda Gaza el silencio del mundo
lo justifica. En silencio se quedan las mujeres violadas y golpeadas a lo largo
y ancho del planeta. Mientras el ruido y la furia del pueblo en rebelión tomaba
las calles de Madrid en secreto los de siempre aprobaban una “ley mordaza” para
imponer y forjar el silencio. El silencio llena las noches de insomnio, los
planes de los asesinos y de los ladrones. ¿No es acaso el silencio el cómplice
de todas las infidelidades, de todas las mentiras y delitos? ¿No es el silencio
el último refugio del mentiroso, del acusado culpable, del que ha perdido toda
la esperanza? Entonces explícame: ¿Qué diablos le debes al silencio?