No te imaginas la cantidad de caras que tiene el silencio. Y
las cruces. Silencios que no lo parecen pero son más crueles que el propio
silencio. Cualquier estratega de guerra sabe que el peor enemigo es el interno,
el infiltrado. Hay silencios infiltrados dónde menos te lo esperas.
Cuando hablas
solamente si te preguntan, un silencio infiltrado se escurre por las
grietas de lo que nunca se dijo, agravado por la tendencia a asentir como un
imbécil. Se infiltra en reuniones con la familia de tu novia o esposa, pero
también en las entrevistas de trabajo o en las conversaciones con las
autoridades… Te deja sólo ante el peligro y con cara de estúpido, con un ramo
de flores de papel debajo de la tormenta del siglo.
Conocí a Vladimir en una Isla cerca de Gotemburgo. Era
cubano. Él sabía muchísimo de silencios: silencios revolucionarios, castristas,
socialistas, comunistas, marxistas, maoístas… tenía un auténtico muestrario de
silencios: evidentes, camuflados, infiltrados… en una conversación debajo del
sol de medianoche lo asalté, joven e ignorante, con una opinión sobre los
silencios.
- En Cuba no hay
libertad de expresión.
-Es cierto, pero no sé si es mejor tener un gobierno que te
prohíbe hablar, o tener uno que te lo permite hasta cierto punto, pero no
escucha y hace lo que le viene en gana, independientemente de que haya mil o un
millón en la calle. Eso también es un silencio… debería llamarse “sordencio” o
algo así… -Nos reímos como estúpidos, un español y un cubano cagándose de risa
en una isla de Suecia un día de junio bajo el sol de las 12 de la noche.
A Rodrigo lo detuvieron en una manifestación, tenía rastas,
luchaba contra un desalojo y tenía 22 años. Triple delito en este país. Lo
encerraron en una comisaría y cuatro agentes encapuchados comenzaron a
golpearlo hasta dejarlo tendido en el
suelo al lado de tres rastas arrancadas. El médico que evaluó su estado no
encontró ningún signo de violencia, en silencio rellenó un informe en el que
decía que las lesiones se las había hecho en la manifestación. Rodrigo se
confesó autor de un incendio y resistencia a la autoridad. Era cierto, resistió
los golpes como pocos lo habían hecho. Jamás volvería a gritar en una
manifestación.
Silencios camuflados en las promesas electorales, escondidos
detrás de mentiras, silencios pactados entre jueces y policías, silencios de
muertos al cruzar la valla, silencios de los responsables cuando el pueblo
soberano pide explicaciones. Algún día amaneceremos y los periódicos no tendrán
ni una sola palabra escrita. En los noticieros no dirán ni una sola frase.
Algún día todo el mundo admitirá que el silencio es, al menos, mejor que la
mentira.