No era una exageración. Controlar el Nilo era controlar África. Con un
recorrido de sur a norte atraviesa numerosos países, antiguos reinos míticos,
sabanas y montañas. El río más mítico. La arteria del África negra.
No es extraño que durante el siglo XIX, el otro siglo de las luces, el siglo
de los científicos más brillantes, los exploradores más intrépidos y los
descubridores más audaces, muchos genios, muchos locos se sintiesen atraídos
hasta perder la cabeza por el gran gigante. Muchos
perdieron familia, tiempo y dinero intentando
adivinar sus fuentes, muchos se extraviaron en sus turbulentas aguas hasta
jugarse la razón primero y después la vida. El Río trataba de volverlos locos.
Imposible remontarlo, sus aguas se vuelven tan turbulentas hacia su nacimiento
que harían del barco más preparado un estúpido cascarón de nuez navegando en el
vientre de un gigante, lo intentaron los griegos, lo intentaron los romanos,
los egipcios... Difícil conocer su origen, en lo más profundo del áfrica más
negra, cerca de tribus hostiles, horribles fiebres y animales salvajes, lejos
de la costa, de los destacamentos coloniales y de la quinina. Todo el que
intentaba desentrañar su misterio caía víctima de las fiebres, de los ataques,
o de las enormes caminatas en círculo en condiciones infrahumanas. El Nilo
guardaba su secreto de la forma más feroz.
No hay secreto lo suficientemente oscuro, lo suficientemente oculto como
para no rendirse ante un hombre que sabe a dónde va. Ese hombre era Richard
Burton. Y con él comienza uno de los relatos más paradójico, más intenso de la
historia de las exploraciones.
Burton era fundamentalmente un loco brillante, pero un loco. Culto, con una
retórica arrolladora, irresistible para las mujeres, inteligente, impulsivo,
terco, universal... en el momento de su muerte hablaba más de veintinueve idiomas
de tres continentes, entendía otros diez .Expulsado de Oxford y traductor al
inglés de
“Las Mil y Una Noches” y el “Kamasutra”
había escrito varias decenas de libros y manuscritos (lamentablemente la
mayoría de ellos fueron quemados por su mujer una vez desaparecido). Prefería
un mercado a un club social, pero en ambos se movía como pez en el agua. Capaz
de presentarse en la Sociedad Geográfica de Londres
de punta en blanco o de ser el segundo
occidental en entrar en La Meca (el primero fue el español Ali Bey). Burton
reencarna el ideal de aventurero. Burton representa todo lo que los que hemos
pisado África queremos ser. Burton es el gigante de los que comemos migajas en
forma de aventuras de medio pelo.
Se obsesionó con el Nilo y lo convirtió en la razón para levantarse,
organizar una caravana más y avanzar sin rumbo fijo. Antes de su mítica
expedición en búsqueda de las fuentes del Nilo, Burton no era un novato en
África. Unos cuantos varapalos, unas pocas expediciones fallidas, le habían
puesto los pies en la tierra. Le habían hecho entender que África no es un
lugar para blancos. Pero quién no teme no escucha, y Burton no tenía ni una
sola brizna de temor. Vagó durante un tiempo por África del este, buscando
datos, escuchando historias, hablando y pensando sobre cómo encontrar el origen
del Río de la locura, del gigante que le quitaba el sueño. Recibió un dato revelador,
le habían hablado de un mapa que mostraba África oriental con los asentamientos
de la costa, y en el centro, como una
revelación, una enorme mancha en forma de babosa que decían, era la
fuente del gran Río. Le habían hablado de los pies del Gigante. Ya no era un
gigante tan grande.
El mapa de la babosa se encontraba en manos de unos misioneros alemanes,
Krampf y Rebmann. Expertos en África del este y descubridores del monte
Kilimanjaro y el monte Kenia, no dudaron ni un minuto en recibir a Burton. Su
fama le precedía. De la reunión poco se sabe, la intención inicial de Burton
era hacerse acompañar por
Rebmann y
Krampf en su búsqueda de las Fuentes del Nilo, Parece que el encuentro no
resultó satisfactorio para ninguno de ellos. Burton comentó que eran bastante
sensatos y cuerdos… ingredientes ideales para que la expedición fracasase. Los
puritanos misioneros
vieron en Burton un
sátiro, un diablo sin la más mínima intención de predicar, pero aún así le
dieron el “Mapa de la Babosa”. Estaba sólo, y entre sus manos tenía el alimento
perfecto para su locura…
Continuará…
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Burton vestido de árabe |
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Richard Francis Burton misteriosamente parecido a Freddie Mercury |