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martes, 21 de diciembre de 2010

Vacaciones.








“-¿Y si vamos al Turkana?
-Bien, yo fui hace cuatro años.
-¿Y qué hay?
-Nada. Piedras y los paisajes más impresionantes que puedas imaginar.
-¿Se puede ir en coche?
- A la mejor parte no. Iremos andando.
-¿Llegaremos?
-Es probable.
-¿Por qué vamos a ir andando?
- Porque no va nadie…”
Conversación mantenida entre Marcos y David- Arusha 2010
No iba a ser algo típico, lo sabíamos. Esperábamos a Miguel Ángel en Nakuru. Había vivido tres días con la tribu de los pokot. Me dolía el cuerpo de dormir en el suelo. Al principio creían que venía a comprar piedras… hacía tiempo que no venía un blanco por allí y el último había comprado piedras. El viaje empezaba como todos los viajes últimamente… con muchas ganas y ningún plan. El calor en Nakuru era aplastante. No sabíamos lo que nos esperaba.
El lago Turkana está situado al norte de Kenia, en uno de los desiertos más secos de África. Ahora permanece lejos de los circuitos turísticos. Las luchas entre tribus (turkanas y samburu principalmente) y los Shiftas (bandidos somalís) asustaron a todos los blancos hace más de diez años. Al parecer ahora la cosa estaba “tranquila”. Hace algunos años también, el gobierno decidió que aquella zona era demasiado conflictiva y que la gente que la habitaba no merecía una policía o un ejército… repartió armas entre las tribus dominantes (samburu y turkana) e hizo un mutis por el foro. Resultado: estas tribus han acabado con los bandidos somalís, pero cada vez que una tribu roba ganado a otra (hecho que ocurre con frecuencia) se agarran a tiros, ya no a lanzazos, y mueren unos cuantos. Constante universal: las intenciones no cambian. Sólo lo hace la tecnología. Como curiosidad: antes de nuestro viaje los ancianos de las dos tribus se habían reunido, no para resolver las diferencias, si no para que las diferencias se resolviesen como antaño, con flechas y lanzas no con Kalashnikov. No hubo acuerdo. Una vez más rompió la noche el estampido de un fusil. La guerra entre tribus ganaderas es una constante, como los cambios de estación o los cuatreros.
Después de una larga negociación dónde se observaban desde temas humanos (cuántos hombres sin armas, cuántos armados) y logísticos (cuántas garrafas de agua, cuántos burros) hasta detalles como cuántos metros de cuerda se comprarían o cuánto podrían andar los burros… llegamos a un acuerdo. Cuatro turkanas, dos armados y dos desarmados y cinco burros cargados con agua y comida para seis días.
Pacto cerrado. Saldríamos en dos días desde un pueblo cercano. Deberían prepararlo todo y los esperaríamos allí. Cerramos el pacto con un apretón de manos. Un corro de gente nos miraba extrañada, apoyados en sus bastones unos o en destartalados fusiles otros, miraban serios y silenciosos.
Un poblado con casas destartaladas y tan solo dos lugares para dormir: una misión católica y otra protestante. Elegimos la católica, no por afinidad, si no porque el padre Pablo (colombiano) y el padre Willian (ecuatoriano) ofrecían mejor que los recios irlandeses. Era todo lo que había en nuestro punto de partida. Descubrimos al llegar que era un pueblo de mayoría samburu y allí deberían llegar nuestros turkana. En la luna llena anterior se habían robado ganado y la situación estaba un poco tensa. Nos miramos. Habíamos escogido aquello y no se podía volver atrás. El resto del tiempo sed, piedras, mas sed, piedras piedras piedras...

martes, 14 de diciembre de 2010

Nostalgias sabaneras de botillero exiliado...

Hurgando por internet, encontré algunos videos grabados durante safaris dónde yo fuí el guía... genial porque así los clientes me han ahorrado curro. Imágenes míticas para días extraños...
PD: no pude remediar ciertos problemas de edición...